“Con una gran tradición prehispánica el Tularco se obtiene del Tule y se coloca en la parte superior de la puerta principal de la capilla, misma que se construyó sobre las ruinas de un templo ceremonial precolombino y que aún conserva gran parte de esa historia y tradición Xochimilca”

Juan Antonio Muñoz Jardines, encargado de la Capilla de Santa Crucita.

Por Aarón Alejandro Carrillo

En la Capilla de Santa Crucita -que da nombre al barrio- se honra al Divino Redentor a partir del 16 de julio, con una serie de actividades en las que participan tanto los habitantes y su representante, como el párroco.  Se trata de su principal tradición y consiste en la convivencia, selección de material extraído del tule para elaboración de un tularco y su colocación en la parte superior de la puerta que da acceso a la Capilla.

Capilla de Santa Crucita

Mientras que el 25 del mismo mes, se continúa la fiesta denominada “La Octava” que se realiza en el mismo lugar como una costumbre de la comunidad locataria. La Capilla de Santa Crucita es sede de la algarabía con cuetes, puestos de antojitos tradicionales y músicos llevados por los propios habitantes del barrio.

El Barrio de Santa Crucita es uno de los 18 que integran la Alcaldía Xochimilco. Se encuentra al oriente de la zona centro, ubicado sobre la avenida Violeta a la altura de la calle Francisco I. Madero. “La Capilla de Santa Crucita, es el orgullo de sus habitantes, lugar de reunión y de las festividades religiosas de su comunidad. La tradición del Tularco en Xochimilco, se encuentra ligada a las fiestas prehispánicas y sus ofrendas de tule”, señaló Juan Antonio Muñoz Jardines, encargado de la capilla.

El tularco es una pieza rectangular tejida de tule, adornada con flores y banderas de papel picado, que protagoniza el festejo. Se cree que esta costumbre es una resignificación del antiguo ritual prehispánico en el que se colocaba un tularco, sin adornar, para pedir permiso a las deidades de entrar a las chinampas y comenzar las cosechas. Al término de la temporada se colocaba otro con los frutos maduros que representaban la abundancia de la cosecha y así agradecer los bienes recibidos.

Los tules se tejían para formar unos petates llamados aztapilpetlatl, recibían este nombre ya que eran tejidos con los tules recién cortados. Refiere que los tulares (popotillos gruesos, del árbol del tule) son recursos disponibles durante todo el año, sin embargo, “la mejor temporada para su corte es durante la época de lluvias, de julio a septiembre, cuando se encuentran en su máximo desarrollo, de hasta 3 metros de altura”.

En esta época se realiza la fiesta en el barrio cercano de Caltongo, lugar donde se elabora el tularco. El rito comienza cuando los vecinos se reúnen en la plazuela del barrio de Caltongo y se dirigen al ejido de San Gregorio Atlapulco a cortar el tule que debe ser fresco y tener una altura de tres metros, para poder ser tejido.

Tularco realizado en julio de 2021.

Mientras un grupo de personas se encarga de realizar los cortes, otras se dan a la tarea de limpiarlo, quitar las hojas secas y llevarlo a la orilla del canal de Xochimilco. Cuando se reúne el material necesario, es amarrado en manojos y lo llevan al barrio de Caltongo para remojarlo y mantenerlo húmedo, así conservan su flexibilidad. Al siguiente día lo lleven al paraje Zacapan, hoy mejor conocido como “La Curva”, en donde se le mantiene hidratado, fresco y manejable para obtener ahí el tularco definitivo. Los recolectores son recibidos por su comunidad con alimentos en ambos lugares.

Para esta labor se colocan dos remos encima de tabiques que servirán como parte de la estructura, posteriormente se colocan los tules en fila y uno por uno, de modo que las orillas blancas queden alineadas, mientras que las puntas verdes son trenzadas en el extremo superior, después se atraviesan los carrizos que darán soporte a la portada, mismos que serán amarrados con mecates.

Ya terminado el tularco, se aprovecha el resto del día para convivir y nadar en el agua de los canales, mientras los mayores comparten sus experiencias y recuerdos sobre esta tradición.

Una costumbre adicional, que se ha perdido con el tiempo, es la pesca que se realizaba un día antes en los canales, con ella las mujeres del barrio cocinaban para la fiesta.

Verbena popular por la celebración del Divino Redentor.

Paralelo a la actividad se reparten tamales y atole a los asistentes reunidos en la plazuela. El tejido termina alrededor del mediodía cuando se empieza a adornar con gladiolas o claveles y se le colocan abundantes banderitas elaboradas con papel picado, lo que da un gran colorido a la pieza. Una vez terminado, el representante del barrio saca el estandarte de la capilla de San Francisco para recibir al del barrio de Santa Crucita, que porta el estandarte del Divino Redentor y comienza la procesión con el tularco llevado en hombros, acompañada por la música de banda, cohetones y las mojigangas del barrio de San Cristóbal Xallan.

Durante el recorrido se acostumbra “bailar” al tularco dando vueltas sobre su eje al ritmo de la banda, este acto se repite varias ocasiones hasta llegar a la capilla de Santa Crucita, donde los esperan tres gruesos lazos con los que se ata el tularco y se sube a la fachada de la capilla, dando paso a la celebración litúrgica en la que los vecinos de los tres barrios ponen sus intenciones en manos del Divino Redentor.

Según testimonios de los vecinos, en la época prehispánica se elaboraba un tularco más grande.

Ocho días después, durante “La Octava”, se repite el mismo ritual. Es así como concluye la fiesta en honor del Divino Redentor.

Capilla de Santa Crucita

Uriel Camacho, chinelo y vecino del barrio de Santa Crucita, comentó que la Capilla de Santa Crucita fue construida entre el siglo XVI y XVII. De acuerdo con los escritos de Fray Bernardino de Sahagún, fue edificada sobre un manantial en donde los nativos veneraban a sus deidades. Tras la conquista española, colocaron una cruz de madera con la intención de evangelizar a los pobladores, acción que da origen al nombre. Años más tarde se inició la construcción de la capilla que actualmente resguarda un Cristo Crucificado, conocido como el Divino Redentor, pieza elaborada con pasta de caña y agua del antiguo manantial.

No se sabe con exactitud el origen del Divino Redentor que veneran como su santo patrono y celebran sus fiestas el tercer y cuarto domingo de julio, a las que se unen los barrios de San Cristóbal Xallan y San Francisco Caltongo. Éste último, entrega el Tularco como ofrenda y signo de hermandad entre ellos. Su origen se remonta a la época prehispánica.

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