Por Carlos Pérez

La noche del 6 de septiembre de 2025, la monumental plancha del Zócalo de la Ciudad de México se transformó en un epicentro de historia, memoria y clamor social. No fue simplemente un concierto, sino un acto de comunión masiva donde el rap, de la mano de Residente, se erigió como una poderosa herramienta de resistencia. Ante 180,000 almas que vibraron al unísono, la voz del artista puertorriqueño resonó con una fuerza que desafió el silencio del mundo, exigiendo un nuevo amanecer de conciencia y justicia.

Residente tocó los corazones de 180,000 asistentes, la noche del 6 de septiembre, en el Zócalo de la Ciudad de México.

La atmósfera era eléctrica, cargada de una expectación que iba más allá del puro espectáculo musical. Desde los primeros acordes, se hizo evidente que lo que se viviría era un manifiesto en rima. Residente, con su inconfundible estilo combativo y lírico, desgranó un repertorio que es un espejo de la realidad social y política de América Latina. Temas como Ojos color Sol y la contundente This is not America sirvieron como himnos que encendieron la memoria colectiva, recordándonos las raíces compartidas y las luchas por una identidad que se niega a ser domesticada.

El clamor por Palestina

El punto culminante, el momento que definió la noche, fue el grito por Palestina. El escenario se transformó en una plataforma de solidaridad global. Las pantallas mostraron imágenes de la devastación, y el silencio expectante del público se rompió con un grito unísono: ¡Palestina libre!“. Fue un clamor sin matices, un eco de indignación que trascendía fronteras. En un gesto de profunda humanidad, Residente invitó al escenario a un miembro de una familia de Gaza que había encontrado refugio en México. Su voz, rota pero firme, relató el dolor de un genocidio silenciado. Su presencia se convirtió en el símbolo de una causa que el mundo parece haber olvidado. Aquel fue el verdadero terremoto del Zócalo: una sacudida emocional y moral que demostró cómo la música puede ser un arma para la paz.

Vulnerabilidad y Comunidad

El concierto, sin embargo, también tuvo sus momentos de profunda introspección. Entre la rabia y el activismo, Residente se despojó de la armadura para mostrarse vulnerable. Antes de interpretar René, compartió un pasaje personal de su vida, un momento de profunda oscuridad y desesperanza que había vivido precisamente en la Ciudad de México. La canción, un emotivo relato de su propia lucha interna, conectó con cada persona en la plaza, creando un lazo de empatía. No era el ídolo, sino el ser humano, compartiendo su dolor y demostrando que la vulnerabilidad es también una forma de fortaleza.

Al unísono de escuchó el clamor del público indignado por el genocidio en Gaza: ¡Palestina libre!

La celebración de la libertad y la paz se completó con la participación de varias artistas invitadas del proyecto Mujer en Cypher, incluyendo a la rapera española Arianna Puello y a la mexicana Niña Dioz. Sus voces se sumaron al coro de Residente, enriqueciendo la noche con diferentes estilos, pero con un mensaje unificado de empoderamiento y resistencia. La colaboración demostró que el rap es un género que se fortalece con la diversidad y que las luchas se libran mejor en conjunto.

Al final de las más de dos horas de concierto, el Zócalo no estaba vacío; estaba lleno de un eco que resonaría en la memoria de los asistentes. La noche no solo había sido una celebración de la música de Residente, sino una lección de historia, un acto de justicia social y un recordatorio de que la voz de un artista puede ser el altavoz de la conciencia colectiva. En medio de un mundo fragmentado, Residente unió a miles de personas bajo el mismo techo del rap, la memoria y un clamor incesante por un mundo más justo. La luna, testigo de la historia, pareció brillar con una luz distinta esa noche, iluminando no solo el escenario, sino también el camino de un pueblo que se niega a permanecer en silencio.

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