Por Sveiry Alatorre

La campana de cristal es la única novela de Sylvia Plath, escritora norteamericana. La obra es una narración que se le considera autobiográfica, la escribió a mediados del siglo XX. La novela se publicó bajo el seudónimo de Victoria Lucas (1963), hasta tres años después se reveló en Inglaterra su autoría y en 1971 fue publicada en Estados Unidos con su nombre. Aunque esto generó un disgusto en la madre de Plath puesto que ella se ve reflejada en el libro.

Tanto la obra como la autora se convirtieron en íconos feministas. Su escritura más allá de narrar la decadencia emotiva y mental, retrata la opresión hacia la feminidad. La campana de cristal  nos muestra en primera persona la vida de Esther, una joven estudiante en Nueva York que desea ser escritora. Desde el ojo de nuestra protagonista observamos las dificultades de ser mujer, aún, en el siglo XX.

La obra tiene veinte capítulos; en los diez primeros observamos su vida en Nueva York; en la otra mitad, su regreso a casa y el hoyo en el que se sumerge.

“Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies. ”

Este fragmento de los higos se encuentra en el capítulo siete, cuando la exigencia de pertenecer a algo se hace presente. Es una orden que viene desde afuera, desde el otro y no desde uno mismo. La aspiración de un logro que no se sabe el motivo; sólo se sabe que es el deber. Se señala la ansiedad de no pertenecer, de terminar en el exilio y pisar tus frutos.

Es una alegoría que toma una higuera y compara su marchitar con la decadencia mental de Esther. Es una introspección que la protagonista hace utilizando este símbolo que más allá de ser poético remite a un objeto bíblico. Su narrativa es pausada y la puntuación ayuda a crear un ritmo nostálgico.

Esther se ve sentada bajo una higuera como anhelo de paz. Alrededor de esta metáfora encontramos una ciudad Neoyorkina ruidosa, una familia, profesores y amigos que constantemente la lanzan a “nuevas experiencias”. Vivencias para las que Esther no está lista. El árbol es la tranquilidad que desea y no exterioriza; los higos que se extienden son los senderos a recorrer. Pero como sólo se puede elegir uno, de acuerdo a lo establecido, se oxidan; se caen. Sylvia Plath advierte al lector con este pasaje que no habrá en los latidos de Esther higos, esperanza. La figura de la higuera en la religión remite al sitio para descansar y encontrar fe, es un espacio que invoca a la fertilidad. Sin embargo la autora lo utiliza para retratar el declive. Trastoca un símbolo de connotación positiva y lo convierte en negativo. Es un juego siniestro de transformación que gracias a la imagen descrita y el registro con que se teje, se crea un claroscuro. El lenguaje no es elevado pues la profundidad del párrafo se encuentra en el significado, lo que invoca. Este fragmento retrata sin máscara su novela y no sólo eso, sino su poesía. Sylvia Plath vivió enamorada de la muerte y del descenso. O simplemente hizo arte su tormento.

Plath escribió su novela con un registro coloquial que no por ello carece de estética sino gracias a este lenguaje logra crear un enérgico vínculo con su lector. Romantiza la ansiedad y la ilustra de una poesía funesta. Es una lucha entre el tiempo, la sociedad y Esther.

Norteamérica en el siglo XX contó con grandes escritores como Hemingway, Fitzgerald o Faulkner, al igual que en Latinoamérica, la literatura le pertenecía a la voz masculina pero Sylvia Plath y las poetas beat lograron hacer visibles sus letras mostrando la voz femenina de una forma nítida. Es por ello que La campana de cristal presenta temas que poco se habían retratado,  como la maternidad contada desde la suciedad y el dolor; el sexo desde la sangre e incertidumbre y la muerte como un posible renacimiento. A esta novela más allá de autobiográfica la considero una obra que ejemplifica la prosa poética, es decir: una narrativa que teje línea a línea la poesía. La narrativa de Plath trasciende gracias a esa mezcla de musicalidad y sencillez. Es una prosa que no teme, fluye cándida.

Al leer su texto estuve con ella y Esther en desamparo; una elegante caída, repleta de rosas grises. El libro, en general, invita a ser empáticos con el bien individual y los padecimientos mentales; ese derrumbe producido por el exterior, pero que termina por germinar en la mente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *