Por Carlos Pérez

Crónica del asfalto y las pulsiones sonoras

El sonido visceral de La obsesión factory irrumpe en la escena con un bautismo de fuego, su primer mixtape homónimo: una declaración estética sin concesiones.

La mancuerna de productores y raperos teje un tapiz sónico donde el rap más áspero y el reguetón de texturas oscuras dialogan con la desesperanza y la vitalidad del entorno urbano.

Hay creaciones que no piden permiso, simplemente se imponen con la fuerza bruta de su verdad. Este es el caso de La obsesión factory, un colectivo que, más que una etiqueta discográfica, se perfila como un laboratorio de sonidos crudos gestados en el corazón palpitante del ghetto mexicano.

La obsesión factory

Tras meses de gestación y la siembra de sencillos que han resonado en los circuitos subterráneos, el colectivo ha lanzado su primer mixtape que lleva el mismo nombre de su génesis “La obsesión factory”.

La obra no es solo un compendio de temas, es un manifiesto de resistencia estética y una inmersión directa en la compleja psique de la juventud capitalina.

El proyecto, conformado por un núcleo duro de mentes creativas (donde destacan figuras como Yeyo, Doony Graff y Novato El Flow), se desmarca de las fórmulas pop prefabricadas.

Su música es deliberadamente áspera, de baja fidelidad en el sentido más noble del término, priorizando la autenticidad y la expresión visceral sobre el brillo pulido de la radio comercial.

En cada track se percibe el eco de un México que rara vez se asoma a los reflectores, un universo de supervivencia, anhelos truncados y una búsqueda frenética de placer como paliativo a la realidad.

El mixtape funciona como una cartografía sonora. Los beats se balancean entre el trap más descarnado, herencia directa del sur de Estados Unidos, y un reguetón de cadencia lenta, casi fantasmal, que recuerda a las producciones seminales del género en Puerto Rico.

Sin embargo, la lírica es inconfundiblemente local. Las rimas son un ejercicio de observación agridulce; no romantizan la miseria, sino que la narran con una brutalidad poética que desarma. Hablan de las obsesiones—el dinero, el deseo, la adrenalina—como motores primarios en un contexto donde el futuro es una promesa esquiva.

La obsesión factory, a diferencia de otras propuestas urbanas que buscan la universalidad diluyendo su mensaje, se reafirma en su nicho.

El lanzamiento de este mixtape, que ya circula en plataformas digitales y en el boca a boca más confiable de las calles, no es un intento de asalto a las listas de popularidad; es una invitación a presenciar el nacimiento de una nueva mitología urbana. Es el ruido necesario que rompe el silencio complaciente, y que obliga al oyente a confrontar la realidad con un ritmo ineludible.

Este colectivo ha llegado para quedarse, no a través de una campaña masiva, sino mediante la potencia innegable de su arte, esa obsesión por crear que se siente tan real como el asfalto bajo los pies.

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