Por Diana Georgina Durán González

Cuando supe que teníamos que escribir sobre la importancia del albur en nuestra vida cotidiana, se me vinieron a la cabeza todos los obstáculos que he atravesado durante estos últimos dos años en cuanto a salud se refiere.

No es fácil para una mujer de 40 y pico de años, pasar por dos traqueostomias, un paro cardio-respiratorio, shock anafiláctico y una neumonía intrahospitalaria; de igual manera, tengo en mi garganta una férula traqueal la cual me ayuda a respirar actualmente. Acompañado de esta férula, tengo un pivote que sobresale de mi garganta y si se pudiera soplar, sería lo más parecido a una muñeca inflable.

La reina del albur, Lourdes Ruiz y Diana Georgina Durán, autora de esta crónica.

Recuerdo que era 11 de febrero de 2016 cuando desayuné un tamal de rajas con queso; eran aproximadamente las 9:30 de la mañana cuando sentí que m seno izquierdo empezó a brincar de un lado a otro. Los pelos se me paralizaron y los labios se me empezaron a poner morados.  Rápidamente mi mamá me llevó a urgencias y nueve días después desperté con una bata ligera amarrada a mi cuerpo mientras sentía el aliento de un doctor que tenía la cara mus cerca de la mía y me preguntaba mi nombre y edad.

Pero se han de preguntar a qué demonios viene todo esto en cuánto al albur, la respuesta es muy sencilla, ya que gracias a este juego de palabras y el gusto por el doble sentido hice más llevadera mi estancia en el hospital en conjunto con los enfermeros quienes me alivianaban y me levantaban el ánimo, además de las nalgas para bañarme.

 Como dirían vulgarmente, me las vi negras casi todo el tiempo. Recibía varios piquetes por parte de los doctores, me entraban aires colados por las noches, ya que no estaba permitido traer ropa interior. Recuerdo que en una ocasión me metieron una manguera muy delgada para comer por la nariz, pero eso sí, estaba delicioso lo que me daban por ahí.

Foto: https://matadornetwork.com/es/historia-del-albur-mexicano/

En una ocasión desperté viendo a todas las enfermeras vestidas con ropa entallada, con el cabello teñido de azul y peinadas de coleta; mientras me preguntaba “¿por qué tan elegantes y perfumadas, si aquí huele a una mezcla de alcohol, medicamentos y orines?” Yo solita me respondía “debe ser por los doctores tan guapos, hay muchos extranjeros”.

Otro día desperté con la sensación de que filmaban la escena de una película que trataba sobre el sismo de 1985 en nuestra ciudad. Se podían escuchar mis manoteos exigiendo que me maquillaran para participar.

 Había un enfermero en especial, el cual siempre me inyectaba su buen humor, una vez lo alburee sin querer y se empezó a carcajear por lo que me contestó “Ay Dianita, ¡quien te viera tan seriecita!!, a partir de ahí siempre estábamos albureándonos, yo en cama y el dándome de comer papaya bien picada, para digerirla mejor.

También me pude percatar durante todo el tiempo que estuve hospitalizada que, tanto los doctores, como los enfermeros, usaban mucho el doble sentido en sus ratos libres. Algunas frases que escuché eran “pásame la jeringa, ahí te va el piquete, sácale la manguerita al paciente; te invito el café negro, pero tú haces el paro con las tortas, sacarle la cajeta al enfermo”, etcétera. Lógicamente, estos tecnicismos se podían escuchar tanto en hombres como en mujeres. Se respiraba un excelente ambiente de confianza que, de verdad, me daban ganas de entrarle al juego.

Familia y amigos también fueron fundamentales para mi recuperación; me contaban chistes o me decían que le echara ganas ya que extrañaban mis albures, a lo que yo les respondía “espérenme sentados ya que esto va para largo”.

Una técnica que también experimenté fue la llamada Risoterapia o Yoga de la vida, terapia que recomiendo ampliamente y la pueden practicar los familiares del enfermo o todo el personal médico. Consiste en hacer reír a la gente que pasa por situaciones difíciles, creando momentos cómicos y compartiendo anécdotas picarescas.

Reír y hacer reír no nos cuesta nada, lamentablemente en casos como este la gente tiende más hacia la tristeza y la depresión. En mi caso, todo esto me motivó a “echarle huevos”y a recordar que al mal tiempo buena cara y si no se puede, pues a mover las tepalcuanas.

Finalmente, reconozco que he pasado por cosas muy duras, por ejemplo hoy en día mi voz esta tan tenue que sería perfecta para una
“hot-line” la cual levantaría tiesos ya que con tantas idas y venidas al hospital se han mermado bastante mis cuerdas vocales; sin embargo, solo espero que los doctores me puedan sacar el tubo próximamente y seguir disfrutando todo lo que esté a mi alcance y lo que no, pues lo recojo.

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